Buscando a Kanchan

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En Diciembre de 2007, mi padre Jesús Jaime Mota viajó a la India y realizó la fotografía La palangana de la que tanta gente se ha enamorado. La foto la hizo en Pachewar, un pequeño pueblo del estado de Rajastán a medio camino entre Jaipur y Pushkar.

Pachewar no tiene nada de  interesante a nivel turístico, el pueblo gira en torno a un lago que se llena cada año en la temporada de lluvias y no tiene nada que visitar excepto su único hotel, el Fort Pachewar Ghat un antiguo fuerte de más de 300 años en el que mi padre se alojó por recomendación de su conductor Mishra, porque se les hizo de noche de camino a Pushkar. Al recorrer las calles de Pachewar a la mañana siguiente, mi padre decidió quedarse otra noche más en el fuerte ya que en Pachewar podía fotografiar la vida y las personas de Rajastán sin la invasión turística de otras ciudades del estado. Tras visitar Pushkar y Khuri decidió volver para alojarse otras dos noches en el Fort Pachewar Ghat y volver a recorrer las calles de Pachewar. 

En estos 4 días que pasó en este pequeño pueblo hizo la fotografía de La palangana en la que una niña, se lava los pies antes de ir al colegio. Ésta fotografía ha cautivado a mucha gente y se ha convertido en una de las fotografías más vendidas de la galería Fotoart

Así pues, cuando decidí viajar a Myanmar e India a finales de 2019, uno de los objetivos que me propuse fue ir hasta Pachewar para encontrar a esta niña, conocerla y regalarle la fotografía que mi padre le había hecho 12 años atrás. No fue fácil, pero gracias a una serie de personas lo conseguí.

Localizar a la niña no fue difícil, porque cuando llegué a Pachewar, Mishra que sigue trabajando como conductor y que me ha acogido como a uno más de su familia, me llevó directamente al antiguo fuerte del poblado en el que siguen trabajando las mismas personas que hace 12 años. Tanto la que regenta el fuerte, Madhulika, como el encargado del hotel, Narayan recordaban perfectamente a mi padre. Sobre todo Narayan, un hombre menudo y sencillo pero con una amabilidad sin fin, que acompañó a mi padre por las calles de Pachewar guiándole y traduciéndole. “Oh, the photographer” fue lo que dijo cuando Mishra les contó que yo era el hijo de un hombre que había estado en ese hotel 12 años atrás. Así fue como conocí a Narayan el primer cómplice y el más importante de esta historia. Mi padre le había mandado a Narayan algunas fotos que se habían hecho juntos y en una de las cenas las trajo para enseñármelas, las conservaba como oro en paño.

Tan pronto como me alojé en una de las habitaciones más pequeñas del fuerte saqué las fotografías que había tenido atesoradas en mi maleta durante mis 20 días viajando por Myanmar, se las enseñé a Narayan y le conté que quería conocer a la niña y regalarle las fotografías.

Narayan me llevó a la casa de Elid, uno de los primos de la niña, que es el actual dueño de la casa que aparece en la fotografía Juego y abuelo. Curiosamente ésta casa está justo detrás de la casa de Narayan. Elid nos contó que la niña que salta a la comba en esta foto ahora está en la universidad, que el hombre que aparece sentado en la fotografía es su abuelo que falleció hace dos años y que “la niña de la palangana” ahora vive en Dudu, una pequeña ciudad a unos 30 kilómetros de Pachewar con la familia de su marido.

Yo decidí ir inmediatamente hasta Dudu, pero me dijeron que antes había que preguntar a la familia del marido si querían recibir visitas. Aquí es donde empezaron las dificultades.

La casa de los padres estaba prácticamente al lado de la del primo y fue mi primera parada después de mi breve visita a Elid. Allí quería preguntar por la familia del marido, pero cuando llegamos no había nadie. Volvimos al atardecer, sobre esa hora termina la jornada laboral así que esperábamos encontrar a alguien en casa y efectivamente encontramos a la madre y a la hermana, Alia. Nada más ver a Alia ya sabía que estábamos en el lugar correcto. Alia tiene unos rasgos muy parecidos a los de su hermana. una cara redonda de la que emergen unos grandes labios carnosos. Ya no tenía dudas, estaba cada vez más cerca.

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Sin embargo, a pesar de la alegría de estar acercándome a mi objetivo, la madre me volvió a poner los pies en la tierra. Es una mujer seria y de pocas palabras, además no terminaba de entender el por qué yo quería ir hasta Dudu a conocer a su hija y no se mostraba muy contenta con mi presencia, su cara delata que no ha tenido una vida fácil. Sin embargo su hija Alia parecía entusiasmada con la idea de que su hermana recibiera las fotos, tanto es así que consiguió convencer a la madre para que le preguntara a la familia del marido si aceptaban recibirnos. Volvimos a quedar con ellas al día siguiente para conocer la respuesta.

De nuevo la casa vacía, tuvimos que ir tres veces más a lo largo del segundo día en Pachewar para volver a encontrar a la madre, que nos dijo que la familia del marido había decidido que no quería recibir invitados extranjeros en su casa. Para las mujeres casadas que viven en pequeños pueblos la tradición cultural sigue muy viva. No se ve a ninguna mujer conduciendo, apenas se pueden ver algunas en las grandes ciudades como Delhi, donde las mujeres están empezando a conseguir empleos en el sector del transporte.

El marido viene ciertos días hasta Pachewar a trabajar y cuando supo mis intenciones dejó claro que no le hacía mucha gracia que un español visitara su casa para darle a su mujer unas fotos, así que decidió que lo mejor era que yo le diera las fotografías y también algo de dinero a él y él mismo le daría el recado a su mujer.

Pero yo quería darle las fotos personalmente a la chica. Así que insistí y le dije a Narayan que les explicara a la familia que para mí era importante conocer a la niña.

Ante la negativa a colaborar por parte de la madre, Alia fue a buscar a su padre: Ranjit. Un hombre pequeño de estatura, con una gran sonrisa como carta de presentación, casi la antítesis de su mujer. “No te preocupes -me dijo riéndose- Mi hija Alia va a ir a buscar a su hermana”. Y así, a pesar de la mirada seria de la madre, fue como Alia terminó recorriendo los 30 kilómetros en un viejo autobús nocturno de camino a Dudu en busca de su hermana mayor y de algunas medicinas que le hacían falta a su hermana pequeña. A Ranjit parecía hacerle gracia la idea de que yo hubiera llegado hasta allí para darle la fotografía a su hija, sin embargo apreciaba el gesto.

El día siguiente pasó lento. No sabía si la niña iba a poder venir o no así que estuve casi todo el día recorriendo el pueblo junto a Narayan, haciendo fotos. Narayan me iba indicando dónde estaban hechas algunas fotografías de mi padre que yo le había enseñado. El pueblo está cambiado y ha crecido. Las viejas casas hechas con barro y estiércol han sido sustituidas por casas de ladrillo y cemento gracias a que el gobierno está subvencionando la construcción de casas nuevas a quienes no pueden permitírselo. 

El tiempo y la vida le han dado una cara más madura pero no han conseguido borrar la pureza de su mirada

Sobre las 17h ya pensaba que la chica no iba a poder venir. El sol ya caía y estaba haciendo unas fotos cerca del lago cuando Narayan recibió una llamada de teléfono de su hijo: La niña había llegado a casa de sus padres junto a su hermana y estaba esperándome.

Se llama Kanchan, ahora tiene 22 años y tiene dos hijos: una niña de cinco años y un niño de tres. El tiempo y la vida le han dado una cara más madura pero no han conseguido borrar la pureza de su mirada. Kanchan tiene la amabilidad de su padre y el semblante serio de su madre. Cuando me vio esbozó una pequeña sonrisa. No recuerda el momento en el que mi padre le hizo la foto, solo tenía 10 años en ese entonces, sin embargo se muestra contenta al recibir uno de los pocos recuerdos de su infancia. Me dice que la mujer de atrás es su abuela, ya fallecida y me da las gracias asintiendo con la cabeza. Kanchan No consiguió acabar los estudios y ahora se dedica, como el 90% de las mujeres que viven en un entorno rural en India, a cocinar, limpiar, hacer la colada y, sobre todo a cuidar de sus hijos, frutos de un matrimonio concertado con un marido al que nunca llegué a conocer. 

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La noche cae pronto y me despido de la familia. Kanchan, que vino con sus dos hijos y su cuñada pequeña, tiene que volver a Dudu a la mañana siguiente, le pregunto en qué puedo ayudarla y me dice que no le hace falta nada así que decido darle algo de dinero para que pueda comprarles algo de ropa a los niños. Kanchan me rechaza el dinero pero le insisto y me agradece el gesto. Nos hacemos algunas fotos juntos y hago una foto de toda su familia que prometo enviarle en cuanto llegue a España. Quedo con ella la mañana siguiente para despedirme y hacerle una foto con su padre que no ha podido estar. 

Tal vez Kanchan no termine de apreciar el valor que para mi tiene esta fotografía, pero igualmente me alegra saber que aquella niña a la que mi padre fotografió está bien. Espero que cuando pase el tiempo mire la fotografía que le he dado y se alegre de haber venido hasta Pachewar para conocerme. Quien sabe, tal vez dentro de unos años vuelva a la India y si lo hago seguro que volveré a buscarla. Para ese entonces espero que el cambio que está llegando poco a poco a la India azote también a los poblados y le de a Alia la oportunidad de ser un poco más libre que su hermana. Que tenga la oportunidad de estudiar y lo que es más importante, que tengan la opción decidir.



Alex Jaime